El entrenamiento estimula cambios en tu cuerpo para jugar mejor, pero es durante la recuperación que esas adaptaciones ocurren. Aplica estas prácticas de recuperación integral:

Sueña en grande: Duerme lo suficiente. El sueño de calidad es fundamental para la reparación muscular. Procura unas 7 a 10 horas cada día.
Recupérate activamente: Incorpora prácticas como estiramientos o masajes en tu rutina de recuperación podrían ayudarte a mejorar la circulación sanguínea, reducir la inflamación y aliviar la tensión muscular.
Escucha a tu GPS interno: Presta atención a las señales que te envía tu cuerpo. Si sientes fatiga excesiva o dolor persistente, descansa o busca ayuda médica si es necesario.
Tácticas del plato: Planifica tus comidas como todo un estratega del campo.

Después del entrenamiento o partido, consume los nutrientes que necesitas para reconstruir, reparar y reponer la energía de tus músculos. Incluye alimentos ricos en proteínas y carbohidratos.
Refresca tu juego: El sudor te mantiene fresco cuando estás en la cancha, pero te deshidrata afectando tu rendimiento físico y mental. La hidratación es una parte fundamental de la recuperación. Considera consumir bebidas deportivas que contengan electrolitos para ayudarte a reponer los minerales perdidos a través del sudor.
Solo una recuperación adecuada te ayudará a alcanzar tu máximo potencial como futbolista.